El Sr. Scallione se mudó en 1958 a un antiguo almacén de Siracusa (Estado de Nueva York, USA) donde iba a poner su tienda de televisores. Y en el piso de arriba se encontró... este avión. Que es un buen ejemplo de los muchos chismes voladores que hicieron los pioneros de la aviación, pero que no fueron famosos ni se consolidaron como marcas reconocidas.
El constructor y piloto, Mr. Ecker de Siracusa, como muchos otros se sintió fascinado por los vuelos de los Wright y de Curtiss, y aprendió a volar en 1911. Luego decidió a construir aviones de los que hizo alguno antes de ponerse con éste en 1912 ó 1913 (no se sabe bien cuántos, ni las fechas, ni lo aclaró el propio Ecker años después cuando ya jubilado se enteró que habían encontrado su avión). El diseño era una copia más o menos fiel del Curtiss model E, a su vez una versión más grande y mejorada del model D o Curtiss Pusher.
El avión muestra las penurias del constructor amateur solitario y con pocos recursos, aunque con ingenio para solucionar problemas. El motor era de barco adaptado (Roberts 6 cilindros en línea, refrigerado por agua y unos 50 HP). La tela estaba puesta con tachuelas de tapicero y recubierta de pegamento de papel. Que cuando llovía se disolvía (y el avión no volaba), con lo que tuvo que barnizarlo. Mandos y anclajes estaban hechos a mano. No había instrumentos de ningún tipo.
La pinta actual es la última, ya que parece que empezó teniendo tren de ruedas. Ecker se hizo un cierto nombre volando el hidroavión desde el vecino lago Onondaga y llevando pasajeros, durante al parecer ¡3 años!. Todos ellos sobrevivieron para contarlo. Lo que no era frecuente entonces. Además el aparato iba escaso de caballos y volaba más bien al límite. Ecker dejó de usar el avión y todo el mundo se olvidó de él hasta que fue encontrado y donado al museo.
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