martes, 10 de diciembre de 2024

USS Los Angeles

Zeppelin tuvo unos comienzos azarosos, pero cuando llegó la Primera Guerra Mundial se había constituido en un fabricante establecido, que hacía dirigibles de pasajeros y que ya habían interesado a los militares. Durante la Gran Guerra tanto la marina imperial alemana como el ejército intentaron explotar el potencial bélico de estos aparatos. Se utilizaron para reconocimiento y bombardeo, y en general parece que el enorme esfuerzo técnico, económico y humano no se sabe qué impacto real tuvo (todavía se discute). Lo que sí quedó claro es que un dirigible es esenciamente muy vulnerable y se perdieron la mayor parte (60 de 84) tanto por accidentes como por fuego enemigo. 

 

Este sello de Azerbayan de 1995 muestra a Hugo Eckener con el LZ 126. La barquilla para la gente estaba integrada en la estructura metálica del dirigible.

 

Sin embargo se consiguieron notables progresos técnicos, consiguiendo alturas de crucero de más de 6.000 m y tamaños enormes (200 metros de largo y 55.000 metros cúbicos), con equipamientos cada vez más perfeccionados. Tras la guerra, el tratado de Versalles prohibió su uso militar en Alemania y estableció que se entregaran como reparaciones de guerra los que quedaban (la mayor parte fueron saboteados por sus tripulaciones). Pero todavía quedaba el uso civilHugo Eckener, que había sustituido al conde Zeppelin cuando éste murió en 1917 logró construir dos dirigibles nuevos pequeños y empezar el transporte de pasajeros en 1919. Sin embargo estos también fueron a las reparaciones de guerra.

 

Hubo que esperar a 1922 para que la Marina Yanqui, que estaba empeñada en hacer portaviones volantes, encargara un dirigible nuevo a Zeppelin. También lo pagaría Alemania como reparación de guerra, pero para Zeppelin suponía construir de nuevo un dirigible moderno, el LZ 126, que para los yanquis sería el USS Los Angeles. El chisme voló y se entregó a los yanquis en 1924, en un viaje de casi 8.000 km. en 81 horas (¡!) cruzando el Atlántico sin problemas (¡!). De hecho, fue la primera aeronave intercontinental de la historia. Lo mandaba el propio Eckener. Lindbergh cruzaría el Atlántico sin escalas - la segunda vez - en 1927.

 

El aparato era enorme: medía 200 metros de largo, 73.000 m3 de volumen y podía alcanzar casi 130 km/h (el crucero habitual eran unos 90 km/h) gracias a los 5 motores Maybach de 12 cilindros y 400 HP. Fue con mucho el dirigible de más éxito de los yanquis, y uno de los que más en general. Aunque había llegado de Alemania lleno de hidrógeno, se cambió por helio para evitar el riesgo de incendio que había destruido tantos otros dirigibles. Se usó para entrenamiento y en pruebas de soltar y recuperar aviones en el aire. En total haría 331 vuelos, más de 4.000 horas y más de 300.000 km, sin ningún accidente. El aparato fue finalmente desmantelado en 1939.

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