lunes, 10 de julio de 2017

Portaviones volantes

De 1932 a 1935 la marina yanqui tuvo en servicio sucesivamente dos enormes dirigibles rígidos de helio que servían de portaviones volantes. El USS Akron y el USS Macon tenían en su interior un hangar donde llevaban hasta 5 de estos pequeños cazas biplanos que les muestro, que podían lanzarse al aire y recogerse en vuelo.

Vean el gancho que permitía lanzar y recoger el avión en una estructura encima del plano superior. El Curtiss Sparrowhawk (gavilán) era una preciosidad de biplano de metal y tela con un coeficiente molón de noventa y muchos. Muy chiquito (apenas 7,7 m de envergadura) y con un estupendo radial de 9 cilindros y 438 HP. En el Museo Nacional del Aire y del Espacio, Centro Udvar-Hazy, USA, 2015.

Esta es una de las ideas más imaginativas de la historia de la aviación. Y los pocos pilotos que lo vivieron me parece que tuvieron una de las experiencias más asombrosas y fascinantes que se pueden vivir.
Sólo se hicieron 7 Sparrowhawk y sólo queda uno. Los pilotos pronto le cogieron el truco a la maniobra, que consideraban era menos difícil y más segura que aterrizar en un portaviones normal (de los que flotan en el agua).

Imagínenselo. Vd. es el teniente Daniel W. Harrigan, y está en la cabina de mando del dirigible. Le ordenan hacer un vuelo de reconocimiento. Sube al interior de la gigantesca estructura de 40 m de diámetro, de ahí al pasillo digamos de babor, y camina 100 m (el dirigible mide 240m) hasta su alojamiento donde se pone el mono y el paracaídas. Va a continuación al hangar, donde se sube al Curtiss F9C Sparrowhawk, que está en una esquina.

Inevitablemente, el emblema de la unidad era de unos trapecistas...

Los mecánicos maniobran el avión por los raíles del techo hasta la posición donde lo puede recoger la grua-trapecio. Le enganchan. Mientras, arranca el motor y va haciendo el chequeo. Con el motor al ralentí, le bajan por la abertura al aire. Vd. está colgado de la panza del dirigible, digamos a unos 900 m sobre el mar de California. A la señal de listo, quita el seguro, palanca atrás, el peso del avión libera el gancho y cae. Mete motor, palanca alante y el avión comienza a volar.

Cuando ya dominaban la técnica, a los aviones les quitaron el tren de aterrizaje y les pusieron un depósito carenado en la panza. Conseguían un poco más de velocidad y más autonomía.

Terminado el reconocimiento, vuelve al dirigible, que se aproa al viento y se pone a su velocidad máxima (unos 128 km/h). Volando desde atrás y abajo, se va acercando al trapecio lentamente. Falla la primera. Corta gases, vuelve a empezar. Esta vez engancha, el seguro salta y queda colgado. Ralentí. La grua le sube al hangar, donde para el motor y los mecánicos maniobran el avión a su sitio.

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