Esta mezcla de jeep y autogiro es uno de los chismes más raros y originales que llegó a volar en la II Guerra Mundial. La idea era montar un rotor en un jeep Willys MB que le permitiera volar remolcado, y una vez suelto descender y aterrizar donde se necesitara.
El artilugio se debe al austriaco Raoul Hafner, un pionero de las alas rotatorias afincado en Gran Bretaña desde antes de la guerra. A Hafner se le ocurrió inicialmente la idea de la "cometa-rotor", un autogiro monoplaza sin motor para soltar a un soldado equipado volando al campo de batalla. Previendo la escasez de seda para paracaídas (¡!) se desarrolló y voló con cierto éxito en 1942, con el nombre de Rotachute ("paracaídas rotatorio").
Si se podía hacer descender a un tipo así, por qué no un jeep. Esto era potencialmente la leche. El complemento perfecto para una operación con paracaidistas. Hafner se puso a ello y el Rotabuggy voló a finales de 1943. Más o menos: aquel invento infernal vibraba muchísimo y necesitaba toda la fuerza y destreza del infeliz piloto.
Sobre todo, aquello no era práctico en absoluto. Encima de los dos asientos delanteros del jeep había que montar una considerable estructura tubular a la que fijar el rotor y su mecanismo de control (un crudo mando cíclico, sin más, no había control del paso ni de los timones). Y sobre el resto del coche, otra estructura para el "fuselaje", con una corta cola alrededor de la parte trasera, que llevaba los estabilizadores fijos. Todo aquello pesaba 250 kilos y una vez en tierra no era precisamente fácil desmontarlo.
En fin, que no es fácil hacer jeeps que vuelen. Lo que hicieron finalmente para el desembarco de Normandía fue llevar los jeeps en planeadores.
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