viernes, 23 de marzo de 2018

Tracker

A finales de los años 40 la marina yanqui quería un nuevo avión para zumbarles a los submarinos ruskis desde sus portaviones. El Grumman S-2 Tracker voló por primera vez en 1952 y fue el primero que llevaba todo lo necesario en un solo avión. Previamente se necesitaban dos: uno que llevaba los aparatos de localizar submarinos (llamado hunter - cazador) y otro que llevaba los pepinos para hundirlos (killer - asesino).

El museo Aviodrome holandés estaba en 1993 en el aeropuerto de Schiphol, en esta curiosa cúpula. Fuera tenían uno de los 28+17 Tracker que recibieron a partir de 1960 y que volaban desde su portaviones Karel Doorman (previamente HMS Venerable con los británicos y posteriormente Veinticinco de Mayo con los argentinos, donde volvió a operar el Tracker).

Para cargar con todo lo necesario Grumman no se rompió mucho la cabeza: El Tracker (conocido por Stoof, de S-2-F, su denominación inicial) es de lo más normalito. Un bimotor de alas rectas con dos enormes motores radiales de 1.500 HP. No especialmente rápido (sólo 240 km/h de crucero), pero sí duro, con mucha capacidad de carga y pensado para operar desde portaviones con cualquier tiempo. Para lo que resulta muy útil que las alas se pliegan en 3 secciones.

Italia recibió unos cuantos Tracker sin sistema de plegado de alas, los utilizaron desde tierra en Sicilia. El Parco Tematico dell'Aviazione conserva uno. Fíjense en el carenado encima de la cabina que llevaba el "olfateador" diésel, y en el hueco a mitad del plano derecho donde iba la lámpara. Cerca de Rimini, Italia, 2014.

Para la parte de localizar submarinos llevaba los siguientes chismes: un radar dentro de un contenedor retráctil bajo el fuselaje, un equipo de sonar para las sonoboyas que podía lanzar al agua, un detector de anomalías magnéticas en una larga pértiga bajo la cola, sensores electrónicos, un detector de partículas diésel en el aire, y finalmente una enorme lámpara en un carenado bajo el plano derecho, para iluminar la superficie del mar.

Aunque el tren era triciclo, fíjense en la pequeña rueda de cola retráctil para evitar gopear con el fuselaje en los despegues con catapulta. En el extremo de la cola y por abajo se ve el gancho de apontaje plegado y justo encima el extremo de la pértiga con el detector de anomalías magnéticas, también recogida.

Y para la parte de atizarles, podía llevar una variedad de torpedos, cargas de profundidad (incluidas atómicas (¡!)), cohetes y con el tiempo misiles aire-superficie. Toda esta parafernalia la manejaban entre los dos pilotos y los dos operadores de sistemas que iban dentro. Y todo ello es más o menos lo que hoy en día se sigue utilizando.

Detrás de los carenados de los motores llevaba alojamientos para las sonoboyas. Éstas se lanzaban al agua, donde flotaban en la superficie. Captaban sonido del submarino y lo volvían a emitir al avión en vuelo.

Grumman hizo 1.189 y de Havilland Canada otros 99 con licencia. Además de los yanquis, que lo utilizaron hasta los 80, otros muchos países han operado el Tracker. Sorprende que todavía están en servicio unos poquitos en las armadas argentina (que ya no tiene portaviones) y brasileña (que sí). Pero me parece mucho más interesante que se han modernizado unos cuantos para utilizarlos como apagafuegos con motores de turbina. Y cómo no, alguno hay en manos privadas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario