lunes, 22 de abril de 2019

Aerodrome

Creo que la historia es más bien injusta con Samuel Langley, un astrónomo y físico yanqui de gran prestigio que a finales del XIX empezó a experimentar con máquinas voladoras. Lo que se recuerda más es que su Aerodrome A no consiguió volar, terminando con su piloto en el agua en dos ocasiones: pachof. Encima esto pasó en 1903, pocos días antes de que los Wright sí lo consiguieran. Y como Mr. Langley era un figura muy pública y notoria, y encima había gastado mucho dinero del gobierno, fue "pelado" sin piedad por los medios de la época.

Y lo que se recuerda menos es que Langley (y un numeroso equipo de colaboradores de la Smithsonian Institution) hizo un extenso programa de investigación sobre el vuelo de 1887 a 1903, construyendo cientos de modelos y logrando la primera máquina que voló con motor en el mundo, aunque sin piloto: el Aerodrome nº5, en 1896. Todos los chismes voladores de Langley se llamaban aerodrome, que venía del griego y quiere decir "corredor del aire" (no lo que entendemos actualmente).

Este curiosísimo invento es una réplica del Aerodrome nº5. El armazón tubular central tenía un avanzado motor de vapor que quemaba gasolina y movía las primitivas hélices gemelas. Las alas  y la cola en cruz eran de madera y tela. Para aclararnos: el sentido del vuelo es hacia la derecha. Cradle of Aviation Museum, Nueva York, 2015.

El nº5 era un aeromodelo grandote de casi 5 metros de envergadura y unos 11 kilos de peso, con alas en tándem, que llevaba un sofisticado motor de vapor de un caballo y que voló tras lanzarlo con una catapulta. Y no poca cosa: el pimer vuelo fue de más o menos un kilómetro en minuto y medio, hasta que se acabó el vapor. El nº6 mejorado superó esa marca.

El Aerodrome A era simplemente una versión 4 veces mayor de los modelos previos. Visto desde delante. El "piloto" (era más bien un pasajero, ya que no estaba previsto prácticamente el control) iba en la barquilla bajo el ala delantera. Museo del Aire y del Espacio, Centro Udvar-Hazy, Washington, 2015.

Aunque en muchos sitios se dice que fue Langley el que quiso pasar del aeromodelo al avión real, capaz de llevar una persona, parece claro que fue un encargo del gobierno federalInfluyó entre otras cosas el estallido de la guerra de Cuba con España de 1898 y por tanto las posibles aplicaciones militares de un invento así (tenían visión de futuro, los yanquis). Langley recibió 50.000 dólares de la época (una verdadera fortuna, sobre millón y medio actual) y desde su influyente posición de secretario de la Smithsonian se puso a trabajar.

Visto desde detrás. El Aerodrome A es el original, más o menos. Glenn Curtiss se empeñó en hacerlo volar en 1914 para ganarles un pleito sobre las patentes a los Wright, intentando demostrar que su Flyer no había sido el primero. Para lo cual tuvo que modificarlo extensamente, reforzando las alas. Ni aún así voló gran cosa. Al terminar las pruebas la Smithsonian lo expuso, devolviéndole su aspecto original, como el primer avión de la historia. No fue hasta 1948 que recibieron el Wright Flyer original y admitieron que había sido el primero (¡!).

El Aerodrome A era una versión más grande de sus aeromodelos voladores. Medía unos 15 m de envergadura, 16 m de largo y pesaba unos 250 kilos. Está clarísimo que no podía volar: ahora sabemos que no tenía la resistencia estructural necesaria, que apenas estaba previsto el control, y que intentar volar sin entrenamiento previo suele terminar mal (todo ello sí lo hicieron bien los Wright, claro). Pero por ejemplo el motor era una absoluta maravilla: el primer radial del mundo, que daba nada menos que 52 caballos, a años luz de cualquier otro.

Vista de la parte central del Aerodrome A. La estructura tubular aloja el innovador radial de cinco cilindros (se ven 3), del que salen dos ejes de transmisión hacia los lados. Éstos mueven mediante engranajes cónicos (vean que están al aire) los ejes de las primitivas hélices de madera y tela, que están a 90º de los anteriores y directamente en el sentido del vuelo. Al lado se ve uno de los depósitos de gasolina.

Langley se quedó muy frustrado. Los periódicos lo pusieron a parir, el gobierno dejó de apoyarlo y murió poco después en 1906. Siempre creyó que su Aerodrome podía volar y que lo que había fallado era la catapulta... no era cierto. Y sin embargo, le debemos uno de los primeros programas sistemáticos de investigación aeronáutica, con éxitos y también fracasos. Como todos los programas de investigación.

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