jueves, 5 de octubre de 2017

El vuelo panamericano de buena voluntad

Aunque mucho menos famoso que la vuelta al mundo de 1924, el vuelo que hicieron en 1926-27 cinco aviones anfibios Loening OA-1A fue también una hazaña. Prácticamente pasó desapercibido, porque apenas 3 semanas después de terminarlo Lindbergh cruzó el atlántico en solitario, y ya no se habló de otra cosa.

El Loening Anfibio tiene una aspecto raro: no es un hidrocanoa, es un hidro de un solo flotador, lo que heredaron los Grumman Duck. Uno de los pilotos, Ira C. Eaker, llegó a ser general de todas las fuerzas aéreas yanquis en la Segunda Guerra Mundial.

Pero menudo vuelo. Salieron desde San Antonio en Tejas, bajaron por el golfo de Méjico, pasaron a la costa del Pacífico, siguieron por Centroamérica hacia el Canal de Panamá, y entraron en Colombia. Volvieron de nuevo a la costa del Pacífico, bajando por Ecuador, Perú, Bolivia y Chile. Desde Valdivia cruzaron los Andes hasta Buenos Aires.  Aquí se perdieron dos aviones y dos pilotos en un accidente. Pero los 3 restantes siguieron. Hicieron un desvío para visitar Uruguay y Paraguay. Retrocedieron, ganaron la costa del Atlántico, subieron por la costa hasta el arco de las Antillas, y finalmente siguieron la costa atlántica yanqui hasta Washington. La leche: merece la pena leerlo en un National Geographic. Nada menos que más de 35.000 km en 59 días de vuelo. Y 74 más de recepciones, comidas y cenas en las 25 capitales que visitaron.

El motor Liberty de 27 litros, doce cilindros en uve y 400 y pico caballos estaba puesto "al revés" para ganar espacio de hélice. Pero esto hacía que parado el aceite se depositara en las cámaras de combustión. Así que en cada etapa había que sacar y limpiar las 24 bujías (¡!) para poder arrancar.

La idea era mostrar la amistad yanqui a los países de Latinoamérica, de paso intentar promocionar sus aviones, y seguro que mostrar poderío militar y tecnológico. Con una cuidadosa planificación se establecieron áreas de aterrizaje y se enviaron repuestos, gasolina y aceite. Pero no barcos y personal como en la vuelta al mundo: las tripulaciones (piloto y copiloto) tenían que hacer el mantenimiento mecánico de sus aviones, lo que unido al extenso programa social y diplomático hizo que el viaje fuera agotador.

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