martes, 31 de diciembre de 2019

Liberator (2)

Tras la guerra

La vida operativa del B-24 fue muy corta. El desarrollo del B-29 y los nuevos motores a reacción hicieron que el avión fuera declarado obsoleto en 1945. Con la excepción de algunas versiones de la marina yanqui y los "rescatados" por las fuerzas aéreas de la India, los miles de B-24 que quedaban fueron al desguace.

En vuelo. Por la ventana entra un vendaval. Vean el ala de perfil grueso, casi no se ven las barquillas de los motores.

A favor y en contra

¿Era tan bueno el B-24? ¿Mejor que el B-17? Pues... no está claro. Sobre el papel, el avión era más rápido, tenía mayor alcancemayor carga de bombas y era más fácil de manejar en tierra por el tren triciclo (el primero yanqui). Esto convenció a los responsables del ejército y motivaron los millonarios contratos: un Liberator costaba del orden de 300.000 dólares (en adelante) de entonces, unos 4,3 millones de hoy. Tiren de calculadora: la producción le costó al contribuyente yanqui el equivalente a unos 80.000 millones de dólares actuales...


Diamond Lil lleva una gran bandera de USA en el lado derecho. Prefiero el izquierdo.

Y había peros, claro. El avión tenía fallos eléctricos e hidráulicos y los depósitos perdían gasolina. Además de estar todo pringoso del aceite hidráulico y con olor pro-vómito de la gasolina, la tripulación iba incómoda y pasaba más frío que vergüenza. Era más difícil de volar que el B-17 y tenía menos techo. El ala era muy vulnerable al hielo (el comentario sarcástico era "the Davis wing won't hold enough ice to chill your drink") y proclive a las barrenas. El principal "pero" era sin embargo que las tripulaciones lo percibían como menos resistente al daño en combate que el B-17, aunque puede que no fuera cierto.

El tren principal derecho con la enorme rueda se retraía en un hueco dentro del ala.

¿Y en resumen? Es difícil evaluar la contribución al esfuerzo bélico, y en último caso a la derrota de la Alemania nazi y el Japón imperial. Como ya les he contado hay dudas sobre si el bombardeo masivo sirvió para algo. Parece claro sin embargo que el B-24 fue un diseño moderno para su época y que fue una pieza más que situó a los yanquis en el liderazgo tecnológico y militar que todavía mantienen.

Diamond Lil en Appleton.

Volar en un B-24

De los 18.482 B-24 fabricados quedan 13, y en vuelo... sólo dos. ¡Y he volado en uno de ellos! La Commemorative Air Force tiene el más antiguo que se conserva, Diamond Lil, al parecer por uno de los que participaron en el raid de Ploesti, y a su vez puede que por una obra de teatro de la sugerente actriz Mae West

La estupenda señora pintada en el morro del B-24. El "nose art" era práctica común entre los aviadores.

Por 424 dolores puedes volar en un B-24, y es una experiencia que merece la pena, más aún si eres aficionado a la historia aeronáutica. Te permite hacerte una idea de lo que suponía aquello. Sólo una idea, claro. La que puede tener un turistilla volando en verano con su cámara de fotos, en un avión sin carga de bombas y volando tranquilamente a baja altura y sin forzar. Nada que ver con ir acongojado a 7.000 m, con antiaérea y cazas nazis disparándote por todas partes, esperando tener suerte y volver vivo...

El que lo tenía más difícil era el artillero de la torreta ventral Sperry en forma de bola. Tenía que ser un tipo menudo y sólo podía entrar sin paracaídas. Dentro estaba en una posición semiencogida con las patas en alto, pasando frío (y miedo). Ahora, la vista tenía que ser la leche.

El vuelo resulta de lo más atractivo porque no vas en un asiento concreto. Los miembros de la CAF lo ven como una experiencia educativa y te permiten pasearte por todo el avión en cuanto despega. Eso quiere decir que puedes ver y sentir (oler la mezcla de hidráulico y gasolina, percibir la vibración de los enormes radiales, escuchar el ruido de las hélices, notar las g en los virajes...).

Vista del fuselaje trasero. Es más bien pequeño y está todo al aire. Al avión sólo se podía entrar por una puerta del lado trasero izquierdo. Eso significa que para saltar del avión los del morro tenían que salir de él, atravesar las bodegas de bombas y tirarse finalmente por la puerta... cosa no muy fácil de hacer por ejemplo en un avión cayendo en barrena.

Un B-24 típico de bombardeo podía llevar hasta 11 miembros de tripulación. Empezando por el jefe absoluto, el piloto se sentaba en la amplia cabina de la parte alta del avión, desde donde tenía buena visibilidad. El piloto era responsable de la misión. El copiloto se sentaba a su derecha y compartía tareas. 

En la cabina de vuelo. Diamond Lil conserva mandos de su época pero también instrumentos y navegación modernos. Volamos relajadamente a 150 nudos, un poco menos de 300 km/h. Los motores giran a 1800 RPM y todo está en verde.

En el morro estaban el artillero de morro y el bombardero. Según la versión el primero disparaba una ametralladora o una torreta con dos armas gemelas. El segundo pilotaba el avión durante la pasada de bombardeo calculando con la mira óptica el momento de lanzar las bombas. 

La única manera de acceder al morro era desde la bodega de bombas delantera, retirando la escalera de acceso a la cabina de vuelo y reptando por un lateral de la pata de morro. No nos dejaron hacerlo porque era peligroso: al parecer las compuertas podían ceder y te podías ver de repente en caída libre. Sin paracaídas.

El ingeniero de vuelo era a la vez el artillero dorsal. Disparaba la torreta con dos ametralladoras - la que tenía más campo de tiro - valoraba el estado de motores y sistemas, y controlaba el gasto de combustible.

Los dos motores del plano izquierdo desde la ventana del ingeniero de vuelo.

El navegante se sentaba en la cabina detrás de los pilotos y tenía el cometido de llevar el avión al blanco y devolverlo a su base. El operador de radio estaba según versiones tras los pilotos con el navegante o en el fuselaje trasero tras las dos bodegas de bombas. 

Las dos bodegas de bombas tenían unas vigas maestras de donde se colgaban las bombas, como las que se ven de 250 libras (reales aunque sin explosivo). Las puertas tipo persiana se replegaban hacia dentro para dejar abierto el fondo. Al accionar el mando, se soltaban todas a la vez, armándose automáticamente cuando se soltaba el alambre de la espoleta que se ve en la nariz.

El artillero ventral se metía dentro de la torreta con forma de bola para disparar las dos ametralladoras hacia abajo. Otros dos artilleros en el fuselaje manejaban las armas laterales. Finalmente el artillero de cola disparaba la ametralladora o la torreta con dos de ellas hacia atrás.

Un turista entusiasmado maneja una de las ametralladoras laterales. El gusto yanqui por las armas.

Por un rato, viendo pasar la verde campiña de Wisconsin por debajo, mentalmente me puse en el lugar de los tipos - apenas unos críos de 20 años - que habían llevado esos aviones por todo el mundo, tirando bombas sobre otros pobres desgraciados...

La impresionante vista desde el puesto del artillero de cola.

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