Pequeño y grande son términos relativos. Me hace gracia que
haya mucha gente que considere pequeño
al Bombardier Canadair
Regional Jet 200: una máquina que mide casi 27 metros de largo, pesa 24
toneladas, y que ¡vuela! con 54
personas dentro.
Un CRJ 200 en Barajas,
2007.
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El avión deriva del proyecto de un reactor ejecutivo, el LearStar 600, que Bill Lear vendió a Canadair
en 1976, y del que empezó un largo y complicado desarrollo en dos líneas
principales, con mucho dinero público y al parecer poca transparencia. Por una
parte se hizo una línea de reactores ejecutivos: los Canadair (posteriormente
Bombardier) Challenger 600.
En Zaragoza, 2009.
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Por otra, y aprovechando que el fuselaje era lo
suficientemente grande para llevar filas de 4 asientos, ya desde el principio
se pensó en un avión de transporte
regional alargando el fuselaje. Esto finalmente se hizo y el primer Canadair CRJ 100 voló en 1991, con ese nombre, aunque la empresa
pública se había vendido ya a Bombardier.
El avión era casi 6 metros más largo que el Challenger 600 y permitía llevar 50 pasajeros. El CRJ 200 es igual, pero con motores más eficientes.
Camino de La Coruña,
2009.
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Bombardier ha seguido alargando
el fuselaje hasta extremos casi cómicos: los sucesivos desarrollos "largos" CRJ 700,
900 y 1000 pasaron a tener fuselajes de 32,5 - 36,4 y ¡39 metros! que es casi el
doble de el Challenger 600 original.
En el Aeropuerto
Ronald Reagan de Washington, 2015.
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He volado unas cuantas veces en estos aviones y me gustan. Se han hecho más de 900 y en
su momento eran muy apreciados. Pero hay gente que les tiene paquete: les parecen pequeños, incómodos, ruidosos y que
dan muchos saltos en vuelo. Esto le ha valido apelativos poco apreciativos como
"el avión de la Barbie", "carroza de satán", "autobús
volador" y "futura lata de cerveza". Nah. Están muy bien.
En el El Prat, 2016.
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