Costó una barbaridad hacer un autogiro que volara ni
medio bien. El primero que consiguió una distancia significativa, de
Cuatro Vientos a Getafe (10 kilómetros) fue éste, el Cierva
C.6 de 1924. Piensen que por aquel entonces los aviones ya habían
cruzado el Atlántico y había varias aerolíneas. De 1920 a 1923 Juan de la
Cierva hizo nada menos que 5 prototipos que fracasaron por
diversos motivos.
Una réplica de C.6 construida para la Expo de Sevilla de 1992. Se
guarda en el Museo del Aire de Cuatro Vientos. Madrid, 2005.
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El C.1 de dos rotores
contrarotativos no llegó a volar. El C.2 y el C.3 tenían el rotor rígido y por
tanto producían sustentación asimétrica
al avanzar, volcando. El C.4 de 1923
incorporaba un rotor con articulación de
batimiento, la idea que finalmente solucionó el problema. Éste aparato y el
siguiente C.5 llevaron a estudiar mejor el problema en el túnel de viento y al siguiente autogiro, el C.6, con fondos y ayuda
de la Aeronáutica Militar.
El C.6 conservaba el motor rotativo Le
Rhône 9 del avión original. Fíjense en los alerones y el patín antivuelco, conservado del
entrenador.
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Con ojos de hoy, el Cierva C.6 es
una castaña. Utilizó como base un
fuselaje de Avro 504 al que le puso un rotor articulado. Pero los mandos seguían siendo "de
avión": unas alas embrionarias con unos grandes alerones más una cola
convencional. Todavía no se mandaba directamente sobre el rotor ni se podía
prelanzar. Pero volaba, y dio lugar
al interés británico, a la Cierva Autogiro Company y a los desarrollos sucesivos.
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