Aircraft
Launched Cruise Missile (misil de crucero lanzable por un avión) es
una manera un poco aséptica de decir: te
puedo lanzar desde un avión
una o más bombas termonucleares, 10
veces más devastadoras que la de Hiroshima, a 2.500 km de distancia de donde va explotar. Es muy poco probable
que te enteres que la he lanzado, o que la detectes en vuelo (porque es un
avión mínimo que vuela a 900 km/h pegadito al suelo). Y menos probable aún es
que tengas alguna posibilidad de destruirlo antes de que te convierta a ti y a tu
casa en cenizas radiactivas.
No sólo es la perversión inherente a la práctica
imposibilidad de defenderse. Es que la historia del misil
Boeing AGM-86 dice mucho de los intereses
y contradicciones de los militares, en este caso el ejército del aire yanqui. Por citar algunos: La proyectaron en
los años 60 para algo muy
diferente (inicialmente era un señuelo). Pero pronto se dieron cuenta de que
tenía un enorme potencial (¿y si ponemos dentro del señuelo una bomba?). Al
darse cuenta de que competía con un súper-bombardero mucho más caro y
sofisticado la cancelaron (no nos van a quitar nuestro avión, y por supuesto
una industria interesada en venderlo no se va a quedar sin cobrar). La
revivieron porque la marina estaba preparando otro chisme parecido (el misil Tomahawk, ¿a ver si con el lío nos
quedamos sin nada?). Con lo que Boeing recibió su contrato en 1974. Y desde
entonces, todo son alabanzas a una de sus principales armas de disuasión nuclear.
Las versiones B, C, y D son más largas y pesadas, y por fuera
idénticas. La B lleva una bomba termonuclear y las C/D explosivos
convencionales. Royal Air Force Museum, Londres, 2016.
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Aunque con suscesivos acuerdos de
desarme han disminuido el número en servicio, todavía existen unos 500 de estos odiosos artefactos. Y
un último detalle: al parecer el 90% de sus derivados con explosivos
convencionales ha dado en el blanco. ¿Se imaginan que encima no saben dónde iría a parar el 10% restante?
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