Si Vds. han cruzado el Atlántico en los últimos 30 años, es
probable que lo hayan hecho a bordo de alguno de estos aparatos. El Boeing 767 es un reactor
comercial de cabina ancha (con dos pasillos) que voló en 1982 y que fue pensado desde el principio para ser lo más eficiente posible en el gasto de
combustible.
Cruzando el Atlántico
rumbo a América en 2015.
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Un Boeing 767 300 ER en un viaje trasatlántico (digamos
Madrid - Nueva York) gasta del orden de 2,55
litros por asiento a los 100 km. ¿Les parece mucho? Un turismo diesel
moderno puede gastar 1,5 litros o menos (pongamos 6 litros a los 100 km y 4
asientos). Pero claro, ni va a 850 km/h ni puede en la práctica hacer el viaje.
Además esto ha mejorado mucho: un Boeing 707 consumía del orden del doble.
American Airlines tiene nada menos que 56 Boeing 767-300 ER (Extended Range). Aeropuerto JFK de Nueva York, 2015. |
El 767 ha sido un gran éxito para Boeing, y su carrera con
más de 1.100 aviones vendidos parece que está lejos
de acabar: sigue siendo competitivo en consumo, relativamente barato de
adquisición (200 millones de ná), y ha demostrado ampliamente su fiabilidad. Se diseñó desde el
principio con una cabina de mando para dos personas con instrumentación digital
y fue pionero en los vuelos de largo
alcance con bimotores. Previamente, sólo se permitían vuelos de hasta 90
minutos de tiempo hasta el aeropuerto alternativo, esto se amplió a 120 y
posteriormente 180 minutos, lo que permitió en la práctica que estos aviones
cruzaran el Atlántico.
Las fuerzas aéreas del Japón tienen 4 KC 767 Advanced Tanker de reabastecimiento en vuelo. Fíjense en la enorme pértiga pegada a la cola. Air Tatto en Fairford, Inglaterra, 2014. |
Estos aviones me recuerdan dos situaciones, una que terminó
bien y la otra mal. Mal: fueron dos los 767 secuestrados y deliberadamente
estrellados contra las torres gemelas de Nueva York en 2001.
Un 767 en el Aeropuerto Benito Juárez. Ciudad de Méjico, 2012. |
Pero vamos a la buena: un 767 de Air
Canada nuevo y reluciente estaba haciendo un vuelo de Montreal a Edmonton en
1983. La tripulación disfrutaba de la vista a 12.500 m de altura, cuando
sucesivamente se apagaron los dos
motores en cuestión de segundos... no
se lo podían creer, es más, no estaba previsto, ni en su entrenamiento ni
en los procedimientos del avión.
Los enormes flaps completamente desplegados. |
¿Que había pasado? Una
tontería. Pero seria: al repostar combustible les habían llenado hasta 22.300
libras (insuficiente para el vuelo),
pero ellos creían que tenían 22.300 kilos
(suficiente).
El Capitán Pearson
y el segundo Quintal formaron un
buen equipo que llevó al 767 hasta una antigua base aérea y aterrizaron con
pericia el cacharro de ciento y pico toneladas sin motor. Todo el mundo salió bien de aquello. Me gusta poner de
manifiesto que como otros pilotos que resolvieron situaciones igualmente críticas,
Pearson era piloto de vuelo sin motor.
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