Da bastante miedo enterarse de lo que pueden hacer las armas modernas. Qué será lo que no te cuentan. Este diabólico chisme que les muestro es un misil de crucero franco-británico de principios de los 2000, que se lanza desde un reactor de combate, extiende las alas, cola y toma de aire plegables y se dirige a un blanco preseleccionado donde impacta y hace explosión.
Todo es directamente la leche. Para entendernos es un avioncito mínimo de 5 metros de largo, 3 de envergadura y 1.300 kilos de peso. Lleva un pequeño turboreactor Microturbo de casi 600 kilos de empuje que le permite volar a unos 800-1000 km/h. Se lleva en un Tornado, Rafale o Eurofighter (u otros). Lo sueltan, se van ("dispara y olvida" es el término militar), baja casi a nivel del suelo y a partir de ahí vuela a unos 30-40 metros de altura siguiendo el terreno durante más de 500 kilómetros con su sistema de navegación. Éste incluye guía inercial, GPS, y radar del terreno. Cuando llega sube, pica, y compara la imagen de una cámara termográfica de alta resolución con la imagen del blanco para acertar en lo que sea con más precisión.
Las alas mínimas sólo dan la sustentación suficiente para volar a toda leche pegadito al suelo.
Finalmente aquello explota. Pero una vez más con tecnología. Lleva una carga de explosivo de 450 kilos con dos etapas de detonación (¡!). La exterior tiene forma para penetrar blindaje y hormigón, permitiendo que la interior haga kaboom donde más daño pueda hacer (¡!). Se ha usado que se sepa en Libia, Siria e Irak.
Toda esta impresionante capacidad destructiva de precisión tiene un precio, claro. Sobre un millón de leuros cada uno de los "baratos" (la versión aire-suelo). Porque la "cara" que han desarrollado los franceses de la anterior para sus fragatas y submarinos sube a dos millones y medio. Aparte de tener más alcance, se puede lanzar sumergido, lo que hace las cosas más caras. Están previstas versiones más perfeccionadas. Si es que no hacemos otra cosa que mejorar.
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