Al finalizar la I Guerra Mundial, el armisticio estableció que Alemania debía entregar todos sus cazas Fokker D.VII a los aliados. Ese avión en concreto y no otros. Esta curiosa cláusula se debe a que el avión era probablemente de lo mejor que había en ese momento (puede que no el mejor). Los yanquis se llevaron nada menos que 142 y además de usarlos los estudiaron concienzudamente.
La empresa Boeing, que hasta entonces sólo había hecho hidroaviones, se basó ampliamente en el D.VII para diseñar su primer caza, que voló en 1923. El Boeing Model 15 no era una copia descarada, pero tenía la misma disposición y construcción. La cosa mejoró todavía más cuando montaron un potente motor V12 Curtiss D-12 de 435 HP, con el que el avión subía y corría apreciablemente más que su antecesor teutón, que llevaba un 6 cilindros en línea Mercedes o BMW, de 160 - 185 HP.
El avión se restauró en los años 70. Originalmente llevaban gancho para el apontaje, pero no se ve.
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El Ejército yanqui se interesó por el avión, y encargó en los años 20 varias series cortas (en total 110 aviones) llamadas PW-9 (P de Pursuit - caza, y W de Water Cooled, motor refrigerado por agua). A la Marina yanqui también le pareció bien y encargó sus propias versiones, llamadas FB-1 a FB-5 (F de fighter - caza y B de Boeing, y eso es estandarización).
Con un motor mucho más potente, pero esencialmente sigue siendo un biplano de tubo de acero, madera y tela como los de la I Guerra Mundial.
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La Marina había empezado a utilizar en 1922 su primer portaviones, el Langley (en honor de Samuel Langley). Los FB-5 fueron los primeros aviones específicamente pensados para operar en portaviones. Con un motor V12 Packard 2A-1500 todavía más potente, de 525 HP, a partir de 1927 equiparon un escuadrón en el Langley. Fue un primer paso en la construcción de la poderosa fuerza yanqui de portaviones que tienen hoy.
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