sábado, 9 de mayo de 2020

Curtiss NC

La primera vez que un avión cruzó el Atlántico (o para el caso, cualquier océano) fue en mayo de 1919. De los tres hidroaviones Curtiss NC que salieron de Nueva York el 8 de mayo, sólo uno (el NC-4) consiguió llegar a Lisboa, tras veinte días, varias escalas y muchos problemas. Fue realmente una hazaña, de vuelo y sobre todo logística. Y en seguida todo el mundo se olvidó de ella, porque Alcock y Brown volaron sin escalas dos semanas después.

En el aeropuerto de Ponta Delgada (San Miguel, Azores) tienen colgada del techo en el vestíbulo una gran maqueta del NC-3. Tras perderse al equivocarse de barco tuvieron que amerizar con niebla y muy mala mar unos  200 km antes de llegar. Se pasaron dos días a la deriva en el mar, mientras el viento y las corrientes le llevaron, hecho una pena, hasta cerca de San Miguel, donde entró por sus propios medios. Azores, 2015.

Los yanquis querían mostrar su poder. NC era por Navy-Curtiss, una colaboración entre la marina y la empresa Curtiss. Estos aviones de patrulla antisubmarina no habían llegado a participar en la Primera Guerra Mundial y eran enormes: medían 38 metros de envergadura y llevaban 4 motores V12 Liberty de 400 HP. Con los que no iban muy sobraos, volaban a unos 120 km/h.

La idea inicial era utilizar los 4 aviones que tenían, NC-1 a 4. Pero el NC-2 se dañó en las pruebas y se dejó para repuestos. Los 3 aviones que quedaban iniciaron el vuelo con una infraestructura de apoyo impresionante. Tenían su propio portahidroaviones que les estaba esperando a final de cada etapa con combustible, aceite, repuestos y mecánicos.

El avión es de madera y tela. Toda la estructura está arriostrada por un bosque de montantes y de cables. Lleva 4 motores: el cuarto apenas se ve, está detrás del central mirando hacia atrás, con la hélice empujando.

Pero lo verdaderamente apabullante es que la ruta a seguir estaba ocupada por un rosario de barcos de la marina distribuidos a intervalos regulares. Que ayudaban a la navegación y podían rescatar a los aviadores si había problemas. En la primera etapa de 1.800 km eran 8 barcos siguiendo la costa. Lo hicieron en 3 tramos: Nueva York-Massachussets-Nueva Escocia-Terranova. Los tres lo lograron. En la segunda etapa, la más larga y en mar abierto hasta las Azores (1.900 km), eran 22 barcos: uno cada 80 km. NC-1 y NC-3 se vieron obligados a amerizar antes de llegar a Azores por la niebla. El NC-4 llegó a Horta en la isla de Faial. 

En la tercera etapa el NC-4 hizo un primer intento, pero tuvo que tomar en Ponta Delgada (isla de San Miguel) tras sólo 240 km, por problemas mecánicos. Hubo que esperar a conseguir repuestos para hacer reparaciones (entonces no llegaban por avión...). Finalmente el 27 de mayo siguió la ruta de 1.400 km marcada por 13 barcos para llegar a Lisboa. ¡Lo habían conseguido! Pero aún siguieron el 31 de mayo en una cuarta etapa de 1.400 km hasta Plymouth (Inglaterra) vía Ferrol, con otros 10 barcos preparados en la ruta, para unir por primera vez Estados Unidos y Gran Bretaña por avión. Párense un momento a pensar lo que costó todo ello.

En cada avión iban 6 personas: el comandante (y navegante), dos pilotos, dos ingenieros de vuelo y el operador de radio. 

Este vuelo impresionante inauguró la época de los vuelos de larga distancia que progresivamente harían el mundo más pequeño en los años 20 y 30. Y que en definitiva prepararían la revolución del transporte aéreo tras la Segunda Guerra Mundial.

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