En 1913, el "Napoleón de la prensa" británica lord Northcliffe ofreció en el Daily Mail un premio de 10.000 libras al primero que cruzara el Atlántico volando en menos de 72
horas. Eso era una pasta, equivalentes a 1,2 millones de euros actuales.
El Vickers Vimy de Alcock y Brown, reparado tras el vuelo de récord,
pasó a formar parte del Museo
de la Ciencia. Londres, 2016.
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Ningún avión de 1913 era ni de
lejos capaz de hacer algo así. Pero en la Primera
Guerra Mundial se avanzó mucho en diseño y propulsión. En 1917, en respuesta a los bombarderos
alemanes que atacaron Londres, el Gobierno Británico encargó a la empresa Vickers la construcción de un bombardero pesado. El Vickers Vimy
era un avión enorme para la época, y
más si se piensa que está hecho de madera
y tela: mide más de 20 metros de envergadura, casi 5 metros de alto y podía
llevar más de una tonelada de bombas a 120 km/h. Cada alerón tiene más o menos
el tamaño del ala de una Cub.
Prácticamente todo el fuselaje central estaba ocupado por los enormes
depósitos de gasolina.
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El avión no llegó usarse para
tirar bombas porque la guerra acabó. Pero se dieron cuenta de su potencial para hacer largos viajes:
entre 1919 y 1920 con este avión se cruzó por primera vez el Atlántico sin
escalas, se voló de Inglaterra a Australia, y se intentó volar de Inglaterra a
Sudáfrica (sin éxito). El vuelo más famoso (hasta que Lindbergh lo hizo en
solitario 8 años después) fue el impresionante
vuelo de John Alcock y Arthur Brown, que salieron de Terrranova en Canadá el 14 de junio de
1919 y llegaron en poco menos de 16
horas a la costa oeste de Irlanda, consiguiendo una media de 185 km/h.
De arriba a abajo, el lugar de aterrizaje, la placa conmemorativa y el
monumento en memoria de los aviadores. Condado de Galway, Irlanda, 2004.
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El vuelo fue realmente la leche. El Vimy tenía dos motores V12 Rolls-Royce Eagle de 360 HP y estaba modificado
para llevar la friolera de 3.900 litros de gasolina. Aunque para su momento eran
buenos motores, lo normal era que no llegaran a las 200 horas antes de
overhaul. El avión despegó de milagro, y al poco rato rompió el generador, dejándoles sin radio, calefacción y
comunicaciones. Al poco, un colector de escape también se rompió, con un ruido atronador que les impidió comunicarse incluso
a gritos para el resto del viaje.
En el Brooklands
Museum se guarda esta réplica que de 1995 a 2006 consiguió hacer con éxito
los 3 vuelos de récord: cruzar el Atlántico, volar de Inglaterra a Australia, y
de Inglaterra a Sudáfrica. Inglaterra, 2016.
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Encontraron niebla y tormentas de nieve.
Alcock perdió el control del avión en
dos ocasiones, casi estrellándose en el mar tras una caída en espiral. Se
les rompió el compensador y a medida
que se gastaba el combustible el avión iba cada vez más pesado de morro,
teniendo que compensar a pura fuerza de brazo. Pasaron más frío que verguenza, a pesar del café con whisky. Finalmente, se estamparon en una ciénaga de un
condado rural irlandés que confundieron con un prado aterrizable. Alcock y
Brown se convirtieron en unos héroes.
Alcock se mató en un avión sólo meses más tarde. Brown sobrevivió a la
siguiente guerra y murió en 1948.
La réplica la construyeron a lo largo de 10 años (y un millón de dólares) los pilotos Lang Kidby y Peter McMillan, que volaron a Australia con él.
Resulta interesante la historia y
también cómo vuela.
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