Este curioso avión es el
prototipo 1 del Dornier
29, un aparato pensado para investigar dispositivos para conseguir un despegue y aterrizaje lo más cortos posible
(en ingles STOL). Los alemanes
tenían experiencia en esto. Antes de la Segunda Guerra Mundial había volado la
famosa Fieseler Storch. La propia
Dornier fabricaba la Do 27, una
avioneta STOL que utilizaba grandes flaps
y slots fijos de borde de ataque.
La Dornier 29 prototipo 1 en el Museo Dornier en Friedrichshafen,
Alemania, 2016.
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Sobre la base de una Dornier 27 se
probó si el flujo orientable de las
hélices podría mejorar todavía más las prestaciones. Para hacer esto se
pusieron dos motores de 270 hp en las alas (en lugar de uno en el morro) con
unas complicadas transmisiones que permitían inclinar hacia abajo el empuje, incluso hasta vertical. El
prototipo voló en 1958.
Las posibles ventajas de este
sistema parece que son discutibles.
El segundo prototipo se estrelló.
Las mejoras en la distancia y velocidad de aterrizaje/despegue parece que no fueron
tan importantes. Lo que está claro es que las hélices orientables eran un quebradero de cabeza. La idea no se
desarrolló tras terminar el programa de pruebas. Si uno compara la Do 27 con la
Do 29 hay poca ganancia.
Fíjense en los enormes deflectores de las ruedas para impedir que
saltaran chinas a las hélices.
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Todo lo cual no quita para estar muy impresionado. Imagínense llegando a
su campo favorito en un bimotor de investigación, en una cabina tipo
helicóptero con un asiento lanzable (¡!). Hacen su chequeo antes de la toma,
ponen los flaps, accionan el mando
de las hélices para dirigir el chorro hacia abajo, ajustan la velocidad... y
toman. Mola.
En realidad el Do 29 es un producto de la guerra fría: en un escenario
de destrucción total sólo podrían operar aviones desde sitios que no
requirieran pistas. Qué miedo.
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