Como Vds. seguramente saben, en Finlandia hay unos 22.000.000.000
árboles y unos 188.000 lagos. Tiene sentido entonces hacer un avión de madera anfibio. Un Sr.
finlandés llamado Markku Koivurova decidió inspirarse
en el diseño yanqui Osprey: creó el primer Atol que voló en 1988, pero todo se fue a hacer puñetas con la recesión de los años
90.
En la feria AERO, equipado con flotadores bajo las alas. Con el Rotax
912 is de 100 HP vuela en crucero a 170 km/h. Friedrichshafen, Alemania, 2016.
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La cosa se quedó en estado de
hibernación hasta que el Sr. Anssi Rekkula se jubiló de Finnair y se hizo socio
del Sr. Koivurova, rescatando el Atol del sueño profundo en 2015. El nuevo Atol 650 es un anfibio biplaza que francamente me
encantaría: como dicen en su propaganda:
cuatro estaciones, tres elementos, dos asientos, un avión.
De nuevo en AERO, sin flotadores. Puede que no sean necesarios. El tren retráctil gira y las ruedas quedan dentro de unos carenados en el borde de ataque. Friedrichshafen, Alemania, 2017.
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Dos pequeños inconvenientes: un ATOL pelado cuesta 149.000 pepinos. Si le pones
además alas plegables, radio, trasponder, paracaídas balístico, lucecitas y
ancla, suma otros 16.400. Y sobre todo, que en este país NO te dejan operar con
un anfibio. Y que me ahorquen si lo entiendo.
Ahora, soñar es gratis: me
imagino saliendo de aquí con ruedas y tomando en ese embalse
estupendo rodeado de montes. Véanlo en acción.
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