sábado, 17 de agosto de 2024

Starfire

¿Les suena este avión? ¿No se parece mucho al entrenador Lockheed T-33? Sí, claro. De hecho, deriva directamente de él. Es un Lockheed F-94 Starfire, un interceptor todo tiempo hecho a toda prisa por la inmensa presión de la Guerra Fría, para reemplazar a los aviones de hélice previos y mientras se desarrollaban los previstos sucesores más capaces.

 

La versión F-94A tenía en el morro un radar y un moderno sistema de tiro que no dejaba sitio mas que para 4 ametralladoras. El radarista se sentaba detrás y localizaba al malo, dando instrucciones al piloto para ir a por él y dispararle. Empezaba la carrera por miniaturizar la electrónica y desarrollar la informática. Que en último caso ha afectado a prácticamente todo. Todas las fotos en el National Museum of the United States Air Force. Dayton, USA, 2019.


Al poco de volar por primera vez en 1949, como los ruskis consiguieron al poco tiempo dos avances decisivos (poner en servicio sus bombarderos estratégicos Tupolev Tu-4, copias descaradas del Boeing B-29, y detonar su primera bomba atómica), el acojone yanqui llegó a máximos y pusieron el avión en producción todo lo deprisa que fueron capaces.

 

La parte avión era prácticamente igual que el T-33, pero tenía mayor peso. A las tripulaciones no les gustaba. El motor daba muchos problemas, el avión era inestable y difícil de maniobrar, y la cabina pequeña. Sólo se hicieron 109 F-94A y estuvieron muy poco tiempo en servicio.


El avión en sí era muy poco arriesgado. Era la tercera evolución de su primer caza a reacción de éxito. El diseño original se debe a Kelly Johnson: el Lockheed XP-80. La primera evolución fue el caza más grande y potente Lockheed P-80. El segundo crecimiento fue el entrenador T-33. Y la tercera fue, simplificando, partir de un T-33, alargar el morro para poner un radar y un complejo y secretísimo control computerizado de tiro (en su tiempo), poner un motor más potente Allison J33 con postcombustión (el primero de serie de los yanquis, que pasaba de unos 2.000 kilos de empuje a unos  2.700) y poco más.

 

El F-94B, del que no tengo fotos, era igual que el A pero "todo funcionaba mejor": el motor no daba problemas, la cabina era más grande y en general se convirtió en un chisme fiable. El que les muestro es un F-94C, al lado de un enorme bombardero Convair B-36.


De hecho, ninguna versión del F-94 mejoraba las prestaciones como avión del caza estándar P-80 (incluso con mayor potencia). Pero la facultad de salir con mal tiempo o de noche, guiado por los radares de tierra, "adquirir" en su radar el bombardero malo soviético para poder freirlo a tiros (con sus sólo cuatro ametralladoras estándar de la guerra anterior), les hacía entrar en otra generación.

 

La última versión F-94C tenía un motor nuevo Pratt&Whitney J48 de 3.900 kilos de empuje, nuevo radar y control de tiro, y no llevaba ametralladoras. Uno de los rasgos más curiosos de este avión es que se reemplazaron las ametralladoras por cohetes no guiados, inicialmente alrededor del morro (vean las curiosas salidas por detrás del cono negro). Esto dio muchos problemas, fundamentalmente que no veían nada cuando los disparaban y además hacían que se parara el motor (¡!).


Así que con muchos problemas los yanquis desplegaron sus nuevos cazas F-94A de intercepción a partir de 1949 y las sucesivas versiones mejoradas F-94B en 1951 y F-94C (con alas y motor diferentes) en 1954. Duraron muy poco, a finales de los 50 ya se habían retirado. Pero durante esos años decisivos estuvieron defendiendo las fronteras yanquis del norte (desde territorio americano fundamentalmente en Alaska, pero también en Canadá, Corea, Japón, Groenlandia e Islandia). Lucharon en la Guerra de Corea, pero afortunadamente nunca llegaron a cumplir su cometido original: interceptar bombarderos soviéticos armados con bombas nucleares. 

 

De hecho los cohetes del morro funcionaban tan mal que al final optaron por poner unos contenedores en las alas y no usar los de morro. Al disparar los cohetes se llevaban por delante un cono de plástico (que no está montado, para ver los cohetes). Esto se suponía suficiente para destrozar un Tupolev Tu-4. Al menos veían y no se paraba el motor.

 

Da miedo pensar que desde hace 70 años existe la posibilidad de terminar reducidos a una nube de isótopos calentitos. No parece que hayamos mejorado gran cosa.

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