En 1811, mucho antes que los pioneros "oficiales" (particularmente Otto Lilienthal) , es posible que un señor llamado Albrecht Berblinger consiguiera algún que otro vuelo planeado en un ala volante de control por desplazamiento del peso. Las reproducciones modernas de su raro chisme indican que era factible, ya que han logrado volar (más o menos). Su historia también muestra como la presión social y psicológica pueden arruinarte la vida... particularmente si te obligan a volar y no es conveniente.
Nuestro héroe, prácticamente desconocido fuera de Alemania, es uno más de los "salta torres" de la historia de la aviación. Se hizo sastre, al parecer en contra de su voluntad, pero le interesaban más las máquinas. Construyó, suponemos, algo parecido al artilugio que les muestro, del que quedaron dibujos detallados. Es posible que probara en secreto el ala cerca de la ciudad de Ulm en el sur de Alemania. Es posible que comprendiera la importancia de despegar con altura en una ladera orientada al sur, aprovechando las térmicas. Y es posible que consiguiera algunos vuelos planeados. De todo ello no hay pruebas de ningún tipo.
Lo que sí que pasó es que Federico I de Wurtemberg oyó hablar del pirao, hasta le dio un dinerito y naturalmente quiso comprobar en persona el portento. Así que llegó el momento en 1811 de "ale, majo, a volar". Herr Berblinger quería salir de la torre de la catedral de Ulm (100 metros de altura) (¡!). Lo que a mi juicio muestra que, o estaba para encerrarlo, o que realmente había volado previamente y comprendía que eso le daba una ventaja. Elijan Vds.
Sin embargo los concejales dijeron que de eso nada. Tenía que salir de un muro que daba al río Danubio (de 13 metros de altura) y cruzar el río. A lo mejor querían ahorrarse la penosa situación de tener un señor hecho trocitos ensangrentados mezclados con madera y tela en la plaza. Incluso construyendo un andamio para aumentar la altura a 20 metros, la distancia a franquear eran unos 70 metros. El tiempo se acababa y le dijeron el 30 de mayo que a volar. Berblinger dijo que no. El agua del río, más fría relativamente, produce descendencias. Y el viento soplaba en cola. Puede ser que Berblinger entendiera todo eso. O no. Dijo que mañana.
El día 31 las cosas no habían cambiado en cuanto a viento y descendencias. El rey se había ido. Pero allí estaba el duque y otros VIP que dijeron que a volar. Berblinger intentó retrasarlo, pero llegada la tarde, según cuentan, un policía impaciente le dio un empujón y lo lanzó al aire. Se lo imaginan. Terminó en el río, pachof, ante el cachondeo general de la multitud. Naturalmente todo el mundo pensó que era un mentiroso y un estafador. Naturalmente perdió la clientela de su negocio. Su aparato fue quemado. Y el murió unos años después olvidado y en la ruina.
Lo que no quita para que mucho después apareciera en un poema de Bertol Brecht (¡!), en una novela que se llevó a una película (sin éxito), en canciones y otras loas. En definitiva no aportó nada para el desarrollo del vuelo. Hubo que esperar a otros pioneros. Pero me gusta el toque trágico de todo ello.
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