En 1971, en plena guerra fría y con consentimiento de sus respectivos gobiernos, hubo una discreta reunión en París entre ingenieros aeronáuticos ruskis (de Ilyushin) y yanquis (de Boeing). El interés de los soviéticos era saber más sobre los motores montados en pilones debajo de las alas. El de los capitalistas era saber más sobre el uso de titanio en las estructuras de los aviones. Al parecer, ambas partes quedaron contentas.
Un Ilyushin 86 en el aeropuerto de Domedovo. Moscú (Rusia), 2001.
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Lo primero permitió que diseñaran el Ilyushin Il-86, un peazo de cuatrireactor de pasajeros de corto-medio alcance y fuselaje ancho, el primero que hicieron los soviéticos. El avión resultó bueno, pero tuvo un desarrollo largo y complicado, reflejo de las miserias económicas, tecnológicas y políticas de la era Breznev. El nuevo avión voló en 1976 pero no llegó a entrar en servicio para las olimpiadas de Moscú de 1980. Sólo se hicieron 106.
El principal problema, frente a sus equivalentes occidentales (Douglas DC-10 y Lockheed Tristar) era que no tenían motores turbofan modernos. De hecho los intentaron comprar y fusilar, pero no pudieron. Así que hubo que conformarse con instalar 4 Kuznetsov NK-86, un desarrollo ligeramente mejorado del anterior NK-8, en definitiva un motor poco eficiente de los años 60.
No quita para que el avión estuviera volando 30 años y no tuviera ni un solo accidente fatal.
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