Aunque las fuentes varían, se
cree que unos 280 Polikarpov I-16 vinieron a España durante la Guerra Civil, a los
que hay que sumar otros 14 fabricados con licencia antes de que acabara, y
otros 30 más en la posguerra. Eso son más de 300, de los que no queda ni uno, y eso que estuvieron
volando hasta 1953.
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En el Museo del Aire de Cuatro Vientos hay una réplica del Mosca (el nombre
dado por los republicanos) o Rata (el nombre mucho más despectivo que tenía en
el bando sublevado). Madrid, 2005.
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Una pena, porque es un caza mítico: el primer monoplano con ala en voladizo y tren retráctil que entró en servicio, y eso fue en 1934, con las fuerzas aéreas soviéticas. En aquel momento era simplemente la
leche: el avión más moderno y rápido del mundo, lo que muestra lo que puede
hacer un buen equipo de diseño en la cárcel
(¡!).
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La réplica está pintada en el lado izquierdo con los colores de la
República que llevaba en la guerra.
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El diseñador, Nikolai Polikarpov, llevaba desde 1929
en el trullo por orden del padrecito Stalin.
En lugar de fusilarlo o llevarlo a un gulag, tuvieron el acierto de ponerlo a
diseñar aviones, de los que hizo varios realmente extraordinarios. Polikarpov
diseñó el I-16 como complemento rápido del más convencional y ágil biplano I-15, y de paso estableció un nuevo
nivel en aviación.
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Y en el lado derecho con los colores que llevó en la posguerra.
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Más adelante llegarían aviones
todavía más radicales, pero pilotar una cosa diminuta de 6 metros de largo por
9 de envergadura, con un motor radial de 9 cilindros y 750 HP, debía de ser la
leche. Y sobrevivir a la guerra volando uno de estos cazas, como hizo José
María Bravo, impresiona todavía más.
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