La veterana compañía holandesa Fokker vio en los años 60 que había mercado para un reactor pequeño de corto alcance que complementara su turbohélice F27 Friendship. Adoptaron la configuración general de los reactores previos BAC One-Eleven y Douglas DC-9 (a su vez claramente inspirados por el Caravelle), pero se tomaron su tiempo para escuchar a los posibles clientes y hacer un diseño completamente nuevo.
El Fokker F28 Fellowship (compañerismo, hermandad... lógico tras la amistad del F27) voló en 1967. Llevaba hasta 65 pasajeros en filas de 5 asientos. Era más lento (crucero a unos 650-850 km/h, frente a los 900 km/h del DC-9 y One Eleven), pero a cambio era duro, sencillo de mantenimiento y sobre todo podía entrar en el 85% de las pistas usadas por su propio F27 y el Douglas DC-3. Es decir, cortas y malas, y muchísimas más que los otros reactores.
En realidad el avión se fabricó por un consorcio multinacional que incluía también empresas alemanas y británicas (llevaba turboreactores Rolls-Royce Spey), con financiación gubernamental holandesa y alemana. Se vendió bien: se hicieron 241 de las versiones originales (de hasta 85 pasajeros), 283 de la versión modernizada y alargada Fokker 100 (hasta 122), y finalmente 48 de una nueva versión acortada Fokker 70 (hasta 85 pasajeros).
Un F28 en el aeropuerto de Toulouse. Francia, 1999. |
Fokker sin embargo tenía dificultades financieras y fue a la bancarrota en 1997. Una pena. El avión era bueno y de hecho siguen volando unos cuantos. Una compañía que inicialmente se llamó Rekkof (Fokker al revés) y después Netherlands Aircraft Company tiene en proyecto un sucesor modernizado, el Fokker 130. Pero no parece que tenga éxito en encontrar los inversores necesarios para fabricarlo.
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