En 1937 los alemanes volaron el impresionante cuatrimotor Focke-Wulf Fw 200 Condor, en ese momento sin duda el mejor avión de pasajeros del mundo. De largo. Mucho más moderno, rápido, aerodinámico, capaz y bonito que la competencia, que en muchos casos estaba decididamente atrasada. De hecho, hubo que esperar al Douglas DC-4 de 1942 (que se parece en muchos aspectos) para encontrar algo mejor.
Es curioso como todavía hoy mucha gente mantiene (como se creía en la época) que los alemanes sólo hacían nuevos aviones pensando en su potencial bélico. No es cierto. El Condor entre otros claramente se pensó para mostrar el poderío tecnológico civil alemán, contando con la aerolínea Deutsche Lufthansa (no con la Luftwaffe). Sólo fue después, con la guerra ya empezada (y con un curioso pedido japonés como estímulo), que el avión fue convertido deprisa y corriendo en un arma antibuque.
Y como era de esperar, no era bueno en eso. Entre otras cosas, un tranquilo avión civil de pasajeros no está pensado para maniobras violentas llevando bombas y pesado equipo militar: incluso con refuerzos y mejoras, muchos se rompieron en dos (literalmente) al aterrizar. Y a pesar de todo, resulta impresionante que el puñado que se hicieron (menos de 300) lograron hundir cientos de miles de toneladas de barcos aliados.
Queda un solo Condor. Uno que se fue al fondo del fiordo de Trondheim (Noruega) en 1942 y que fue recuperado en trozos en 1999. Desde entonces, a un coste que no me puedo ni imaginar, lo están restaurando, y van muy avanzados. Espero volver algún día a Alemania a ver este peazo de historia: el primer avión que voló de Berlín a Nueva York sin escalas (¡!).
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