Este chisme más raro que lmqlp es superficialmente un autogiro, y también uno de los primeros intentos de coche volador, de 1936. Oficialmente es un Autogiro Company of America AC-35, aunque en realidad está basado en uno previo de la compañía Pitcairn, el PA-22.
Es curiosa esta manía yanqui de hacer coches que vuelen (que dura hasta hoy). Si lo piensan un poco no tiene ningún sentido. Pero las rarezas del aparato no acaban ahí. Para empezar, es un encargo del Departamento de Comercio yanqui (¡!), que quería explorar la posibilidad de hacer una especie de Ford T que además volara.
Otras curiosidades: el motor - de 7 cilindros en estrella, 90 HP y refrigerado por aire (¡!) - está en el fuselaje trasero, y tiene una complicada transmisión que mueve tres cosas: directamente la rueda de cola (que en modo coche mueve el trasto por carretera a unos vertiginosos 40 km/h), la hélice propulsora a través de una reductora pasando entre los asientos de los dos ocupantes, y la puesta en marcha del rotor a través de un tercer eje. Por supuesto, con todo su lío de acoplamientos y embragues.
Como es lógico, en modo coche la hélice no se movía. Vean también el tercer eje que va inmediatamente detrás del parabrisas para prelanzar el rotor. |
¿Qué más? El rotor es plegable para que entre en un garaje. Y el mando del rotor es directo: el piloto lo inclina en el sentido deseado con una palanca. Pero lo impresionante es que además volaba, y al parecer no lo hacía mal. Y que también una vez en el suelo y tras plegar el rotor, desacoplar la hélice y embragar la rueda de cola, podías efectivamente pasearte por las calles de Washington. Donde la gente seguramente alucinó.
Como se pueden imaginar, y a pesar de que realmente cumplía con lo previsto, sólo se hizo el prototipo. Independientemente de su inutilidad, costaba 12.500 dólares de la época, unas 20 veces más que un coche nuevo (¡!).
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