El Sikorsky S-38, "el yate del aire", se hizo en el momento adecuado - 1928 - para que unos cuantos afortunados hicieran esas cosas impresionantes que realmente sólo se podían hacer entonces con un avión anfibio. Entre las que sabemos, por ejemplo, que unos tipos se fueran de safari por África. O que otros viajaran a Brasil a buscar palmeras que dan cera (y que sus herederos hicieran una réplica varios años después para repetir el viaje).
Entre las que suponemos, que el multimillonario Howard Hughes ligara con Katherine Hepburn, buscándola en un rodaje en una playa y luego llevándosela a volar por Los Angeles de noche. Esto lo cuentan en la película El Aviador.
El avión tenía una larga cabina donde podían ir sentadas 10 personas. |
Para la época, era la leche. El avión no era especialmente rápido, ni para muchos bonito (para mi sí, tiene el atractivo del aspecto clásico y de la función antes que todo lo demás). Pero ofrecía la versatilidad de ir a prácticamente a cualquier parte. Por ejemplo, explorando una buena parte de América del Sur y de otros sitios remotos. En una época en la que había todavía muy pocos aeródromos.
Igor Sikorsky tardó unos pocos años desde que se exilió de Rusia a Estados Unidos en 1919, hasta que volvió a fabricar aviones en 1924. Entonces inició su segunda etapa de diseñador, con algunos aparatos realmente interesantes. Aunque es mucho más conocido por los helicópteros que desarrollaría a partir de 1939, Sikorsky hizo varios aviones de transporte en los años 20 y 30, especialmente hidroaviones y anfibios.
El sesquiplano S-38 (un biplano con el ala superior grande y la de abajo pequeña) es un refinamiento de sus anteriores S-34 y S-36. Fue su primer avión de éxito, fabricado en cantidad - relativamente. Según algunos se hicieron 101, y según otros, sólo 79. Siguen siendo muchos para un bimotor grande (casi 22 m de envergadura), pesado (4.700 kg) y relativamente complejo, con dos estupendos motores radiales de 400 y pico caballos. Podía llevar unos 8-10 pasajeros a unos tranquilos 160 km/h. La extinta aerolínea Pan Am llegó a comprar 38 de ellos para sus líneas por América del sur y central.
Parece que no quedan originales (se han encontrado los restos de uno), pero en los 90 se hicieron dos réplicas, la que les he contado, actualmente en la sede de la empresa S.C. Johnson (la del viaje por Brasil buscando palmeras de cera) y otra más que está en un museo en California. Que seguramente valen unos cuantos milloncetes. Así que va a ser difícil que vuele en uno. Una pena.
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