El Douglas A-4 Skyhawk (si fuera chino, "halcón celestial") es un avión de ataque yanqui de los años 50. Y un ejemplo clásico de "pequeño, pero matón". Pequeño porque el avión, para ser un avión de guerra brutal, apenas mide 8,4m de envergadura y 12,2 de largo. Matón porque podía llevar hasta 4.500 kilos de armas muy destructivas, además de un par de cañones de 20/30 mm (¡!). Esto es bastante más que un Boeing B-17 de la Segunda Guerra Mundial, que era muchísimo más grande. Y además saliendo desde un portaviones (¡!). En las fotos llama la atención lo grandes que son las cosas que lleva bajo las alas (depósitos, bombas, misiles...) en comparación con el avión en sí.
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Les muestro Skyhawk en el orden en el que me los he ido encontrando en mi vida. Argentina fue el primer cliente de exportación, recibiendo más de 100 en diferentes pedidos. El C-240 es un A-4B de 1958, de la Fuerza Aérea Argentina, que participó en la absurda guerra de las Malvinas en 1982. Consiguió hundir la fragata HMS Antelope, el transporte RFA Sir Tristam y daños importantes en la fragata HMS Argonaut (¡!). Estuvo volando hasta 1991 y yo lo vi en el Aeroparque Jorge Newbery, el curioso aeropuerto del centro de Buenos Aires en 1997. Donde formaba parte de la colección al iare libre del Museo Nacional de Aeronáutica. Argentina, 1997. |
De hecho tiene "cara de bueno", especialmente las primeras versiones: chiquito, menudo, uno diría que inofensivo. Un Phantom tiene un aspecto mucho más agresivo y peligroso. Sin embargo el Skyhawk se convirtió en una poderosísima arma de guerra, cuyo principal usuario - la marina yanqui - utilizó durante décadas, especialmente en Vietnam. Inicialmente lo consideraban de "ataque ligero", lo que es un poco irónico. Otros como Israel o Argentina también lo usaron en sus guerras.
Dejando aparte su destructivo cometido, lo que más me impresiona del curioso chisme es que es un logro de ingeniería muy notable. Su diseñador, Edward Heinemann, aplicó con éxito una línea de pensamiento completamente diferente. Impresiona que este hombre no tenía formación reglada de ingeniero, lo que no le impidió crear algunos de los aviones de guerra más impresionantes de la historia, sobre todo para la marina yanqui, empezando por el Dauntless.
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Una de las atracciones de Nueva York es un portaviones de la Segunda Guerra Mundial (y posterior) llamado USS Intrepid, con un museo lleno de aviones muy interesantes. AK-512 es un A-4C de la marina de 1958 que realmente estuvo en el Intrepid en su primer crucero en Vietnam en 1966, participando en varias misiones de ataque con el escuadrón Green Lizards (lagartos verdes, se ve pintado uno en el fuselaje). Arriba, vean el característico y enorme depósito bajo el fuselaje de 400 galones (1.499 litros) y la bomba del soporte del lado izquierdo. La larga pata de morro le permitía la actitud correcta al despegue y aterrizaje. Abajo, los slats de borde ataque con aletas canalizadoras de flujo mejoraban mucho la velocidad de aterrizaje. Estados Unidos, 2015. |
Tras la Segunda Guerra Mundial las grandes potencias se metieron en una carrera armamentística que dio lugar a algunos de los aviones de guerra más enloquecidos de la historia. El propio Heinemann también entró en el juego de "quiero más" (más de todo: potencia, velocidad, carga de bombas...). Por ejemplo, con su Skywarrior. A principios de los 50 sin embargo empezó a pensar de manera diferente: la carrera de peso y complejidad no era necesariamente la solución.
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En el Museo del Aire en el centro de Washington tienen este A-4C. NP-681 es de 1960 y tiene el aspecto de cuando estuvo operando desde el portaviones USS Bon Homme Richard (el apodo de Benjamín Franklin) en Vietnam en 1967, en un escuadrón de ataque. Está justo debajo de su lejano antepasado también diseñado por Ed Heinemann, el Douglas Dauntless del que se ve parte del fuselaje y plano derecho. En apenas 14 años que separan el primer vuelo de ambos aviones (1940 y 1955) la capacidad de destrucción había "mejorado" muchísimo. Estados Unidos, 2015. |
La marina había lanzado un concurso para un avión de ataque embarcado que sustituyera al Douglas A-1 Skyraider, un avión de ataque de hélice muy bueno, del propio Heinemann. Tenían en la cabeza un "camión de bombas" con un peso total de unas 13,6 toneladas. Heinemann pensó en estructuras y sistemas simplificados, polivalentes y en suma "diferentes". Lo esencial era sin embargo "lo de siempre": el mejor motor disponible (una versión fabricada con licencia del turborreactor británico Armstrong Siddeley Sapphire, inicialmente con 3.400 kilos de empuje) en el avión más pequeño posible.
Otras cosas eran innovadoras. El ala delta era pequeña y podía prescindir del sistema de plegado, además de tener recubrimiento de una sola pieza y ser depósito integral. Los componentes estaban optimizados y agrupados. Algunos se diseñaron partiendo de cero, como por ejemplo el asiento lanzable, todo para "añadir ligereza". El avión tenía un peso máximo de 6.500 kilos, menos de la mitad de lo previsto, cumpliendo o superando las especificaciones, incluyendo una carga de bombas de más de una tonelada (¡!).
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En el impresionante museo Air Zoo de Kalamazoo tienen este realmente inusual A-4G de la marina australiana (¡!), de los que sólo se hicieron 16. Se utilizaron provistos de misiles aire aire para defensa aérea de su flota. Arriba, vean los grandes flaps y el aerofreno derecho abierto. Abajo, el piloto disecado da una idea del tamaño del avión. Lleva la matrícula civil con la que estuvo volando al final de su vida antes de accidentarse y ser restaurado para el museo. Estados Unidos, 2019.
La Marina no se lo podía creer. Pero el chisme resultó espectacular desde el principio. Y además barato, fácil de utilizar en portaviones (estas dos características, relativamente, claro), tremendamente efectivo y letal. El prototipo voló en 1954 y uno de los primeros aviones de serie consiguió un récord mundial de velocidad a baja cota ese mismo año a más de 1.100 km/h (¡!). El avión se convirtió para los pilotos en el "deportivo" de Heinemann. Volar en uno debía ser la leche.
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Arriba, quien se lo puede permitir, se compra un Skyhawk para darse unos paseos. La versión biplaza te permite además llevar otra persona a admirar el paisaje. La escalera viene bien para trepar a la cabina. N234LT es un TA-4J de 1972 que originalmente compró la marina yanqui para entrenamiento. Centro y abajo. N518TA es otro Skyhawk privado. También es un TA-4J de entrenamiento que se contruyó para la marina yanqui en 1974. Centro, vean la característica sonda de reabastecimiento en vuelo y los dos depósitos de 300 galones que son casi estándar y aparentemente no vuelan sin ellos. Abajo, una de las cosas que más gracia me hace del avión es el timón de dirección. Originalmente tenía forma aerodinámica, pero daba problemas de vibración. Así que lo sustituyeron "temporalmente" por lo que ven, una chapa de metal en el centro con triángulos de refuerzo al aire. Así se quedó toda su vida, claro. Oshkosh, USA, 2019. |
La Marina yanqui empezó a recibir sus aviones en 1956 y rápidamente pidieron más. El avión tuvo un impresionante desarrollo con unas 7 variantes principales, y una prolongadísima fabricación, de 1954 a 1979, con casi 3.000 aviones construidos. Se pusieron motores más potentes (cómo no), más equipos, más aviónica y más armas. Se hicieron versiones biplaza de entrenamiento. Hubo muchos clientes de exportación. La versión A-4M final para los marines llevaba un motor con 5.000 kilos de empuje y un peso máximo de 11 toneladas, con una carga de armas de más de 4 toneladas (¡!).
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El único Skyhawk que he visto volar es un A-4B que se construyó para la marina en 1957 y que también estuvo en Vietnam en el portaviones Bon Homme Richard. Está pintado como el que consiguió la única victoria aire - aire contra un MiG 17, pero no es el auténtico. Tras ser restaurado, ahora lo vuela una fundación con la matrícula civil N49WH. Arriba, la pinta característica zancuda, la sonda y los depósitos subalares. Centro, despegando. Abajo, aterrizando. Oshkosh, USA, 2019. |
Los Skyhawk lanzaron sus bombas en Vietnam, Oriente Medio, Kuwait, Indonesia y Las Malvinas, que se sepa. Además, los yanquis lo utilizaron - mucho - para algo inicialmente no previsto: combate aéreo disimilar. Si le quitas las cargas externas el avión se convierte al parecer en un agilísimo y difícil adversario para un caza moderno, incluso sin ser supersónico. De hecho esto sigue siendo así todavía en la actualidad: hay compañías civiles que ofrecen ese servicio. Usuarios militares sin embargo sólo quedan hoy Argentina y Brasil. Pero cómo no, hay unos cuantos en vuelo, en manos privadas. Baratos no son (hablamos de un millón en adelante para comprar uno, para mantenerlo piense en unos 2.000 pavos directos la hora de vuelo, sin contar los costes fijos anuales, de varios cientos de miles, y las ocasionales y costosas reparaciones y overhauls...), pero es cuestión de animarse.
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