viernes, 26 de enero de 2018

Adventurer

Una manera de vender aviones es jugar con la fantasía de los clientes. Esto es tradicional en todos los aviones, y pienso que más en los ligeros. Los dueños potenciales se ven haciendo cosas que luego no siempre consigues (ir a, dar la vuelta a...). Creo que esto es especialmente así en el caso de los hidroaviones/anfibios, porque las posibilidades son realmente atractivas. Entrar y salir de esa cala, esa playa, ese embalse, ese río...


Un Adventurer en Son Bonet. Palma de Mallorca, 2002.

Es lo que debieron pensar los creadores del Adventure Air Adventurer (Aventurero). El avión, que voló en 1991 era un hidrocanoa anfibio yanqui de 2+2 plazas y luego con motores más potentes de 4. Se vendieron unos 120 kits de construcción amateur pero al parecer se completaron muy pocos. Y curiosamente, que yo haya visto, dos terminaron por estos pagos. Lo cual es realmente raro. Hace muchos años que la compañía no existe y hay poquísima información disponible.

 

Adventurer en Sabadell. Ni idea de su historia. 2024.

El primero que vi, estaba en 2002 en el aeródromo de Son Bonet en Mallorca. Su constructor y dueño tuvo la amabilidad de enseñármelo. Había comprado el kit en USA, se lo había currado durante muchas horas, y llevaba un motor de coche americano. Caso de que le hubieran dejado, desde luego el sitio era ideal. También me gustaría volar en mi propio anfibio a sitios como Es Trenc o Algairens, por poner dos bonitos. En su momento, había un Adventurer EC-ZHU en el registro español, no sé si sería éste. Hace mucho que no está. 

 

Ni idea tampoco de si piensan enseñarlo en el museo y contar su historia.

El segundo lo he visto hace poco. En la trastienda de la FPAC de Sabadell al lado de un DC-3 y unos Blaník tienen el fuselaje de otro Adventurer, escasamente tapado y con poca pinta de ser terminado. Pregunté por él, pero no me han respondido. Pero da igual. Soñar es gratis: despegas con tu cacharro, vas a tal sitio, amerizas, te acercas a la playa, tiras el ancla, te das un baño, te comes unos huevos duros, te lees un libro y miras el agua. Y por la tarde, de vuelta. A que mola.

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